miércoles, 27 de enero de 2010

¡Porque los muertos están vivos!


Cómo ha ocurrido ya en varias ocasiones, una frase que podría haber pasado desapercibida en una de mis lecturas, me abrió el camino a una serie de reflexiones que deseo compartir con ustedes.

En este caso, mi inspiración resultó ser Juan José Hernández Arregui y su libro “Nacionalismo y liberación”. En unas líneas, menciona que mucha gente se pregunta “¿Para que promover la discordia entre los argentinos exhumando hechos superados del pasado? ¿Por qué desterrar a los muertos?”. La respuesta que nos brinda es la que se anticipa en el título: “¡Porque los muertos están vivos!”.

Definitivamente el autor no se equivoca. En mi artículo anterior, mencionaba que mucha gente nos ataca diciendo que el peronismo murió con Perón. Cada vez que alguien nos dice esto, podemos estar seguros de que no conoce nuestra historia. El peronismo no es la causa de un hombre sino la causa de un pueblo y las causas del pueblo nunca mueren salvo cuando son alcanzadas, profundizadas y superadas por él mismo.

Cada día me convenzo más de lo que ha resultado ser la conclusión firme de muchísimos pensadores nacionales. En este país, existen dos clases o grupos sociales firmemente definidos: Pueblo y antipueblo, Patria y la antipatria. Navegando por la incertidumbre, existen argentinos que por desconocer la historia, actúan inconcientemente a veces a favor de unos y a veces a favor de los otros.

Si hablamos de antipueblo y antipatria comencemos por Sarmiento. Creador de la madre de todas las zonceras, según cuenta Arturo Jauretche, nos legó una visión muy particular de la historia. La idea de que existe una población civilizada, buena, honesta y productiva contrapuesta a una barbarie bruta, inútil e innecesaria para el desarrollo del país es un germen que se encuentra en la cabeza de todos los argentinos desde el nacimiento. El agua bendita que arrojan los curas a los católicos al nacer, no libra a los hombres de este horrendo pensamiento.

“El padre del aula”, como le reza su himno, estaba dispuesto a exterminar al pueblo nativo y a traer europeos “civilizados” para forjar una nueva nación. Así es, nuestro prócer nacional odiaba al pueblo. Siempre mirando para el norte del mundo, logró que la historia se escriba en los términos de su zoncera madre. Actualmente Sarmiento vive en las escuelas de la mano de las corporaciones editoriales que reproducen las mentiras de la historia oficial. De este modo, los Argentinos nos criamos con un manual de historia donde Rosas fue un tirano, San Martín un héroe indiscutible, Sarmiento el padre de los niños y los temas de discusión pasan por si Belgrano era o no afeminado.

Muchas veces me pregunto si San Martín fue un luchador de la causa nacional o un vende patria que actuó a conveniencia de Inglaterra. Muchas dudas tengo alrededor de su figura, pero pocos son los historiadores que se animan a escarbar esta historia. Por momentos pareciera que está prohibido.

Nuestros libros nos enseñan lo malo que era el monopolio español en época del Virreinato. Y claro que era malo, pero no para nuestros intereses sino para las pretensiones inglesas. En América el contrabando funcionaba como una barrera proteccionista contra el naciente imperio Británico. No dudo que España haya sido responsable de grandes matanzas. Pero no olvidemos que ellos llegaron a estas tierras para conquistarlas, no estaba en los planes salvar vidas. Con esto no pretendo justificar el accionar del Reino Español pero me pregunto ¿Por que no se enseñan en las escuelas las masacres cometidas en la conquista por Inglaterra y Portugal? La única manera de consolidar el poderío Ingles era demonizando a España, de eso se ocupó muy bien nuestra historia, o mejor dicho, muchos de nuestros historiadores.

Consideremos que nuestros próceres fueron seres humanos. Que cometieron errores, que eran dueños de grandes contradicciones y que muchas veces no tenían tan claro el lugar que ocupaban en la historia. Si hubieran sido tan perfectos como se nos quiere hacer creer ¿por qué hoy todavía padecemos las consecuencias del dominio ingles? ¿Acaso los que les siguieron fueron infectados por el virus de la corrupción y la desquicia y vaciaron el país? Claro que no, los próceres también cometieron errores.

Permítanme por un momento retomar a Hernández Arregui para decirles que “la revisión de la historia es una actividad corrosiva previa a la liberación nacional”. La historia de nuestro pueblo permanece oculta. El primer intento de liberación en la Revolución Altoperuano encabezada por Murillo fue cruelmente aplastado por la burguesa Buenos Aires de 1809. Tiempos después Dorrego sería fusilado, Artigas perseguido, Rosas obligado al exilio, Yrigoyen derrocado y Perón también obligado a irse del país. Estos no son solo nombres. Son partes fundamentales de la historia del pueblo en distintos procesos históricos, pero completamente relacionados. El peronismo fue sin el punto de inflexión máximo del pensamiento nacional y su mayor expresión, pero la antipatria lo derroto.

Hoy nos encontramos ante una nueva etapa de esta lucha. El enemigo es el mismo pero se encuentra disfrazado detrás de una pantalla. El proceso iniciado en el 2003 con la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia a puesto al pueblo nuevamente en el rumbo de la liberación, y si por momentos parecemos derrotados, es porque no hemos alcanzado con plenitud la revisión histórica necesaria. Mucho se dice de lo que pueda pasar en el 2011, permítanme decirles compañeros, que si este modelo se detiene, vamos a tener obligación histórica de profundizarlo. Si, profundizarlo inclusive si nuestra conducción actual pierde el liderazgo político, porque no se trata de la lucha de Néstor o Cristina Kirchner, se trata de la lucha del pueblo y este, cuando se organiza, jamás es derrotado.

Matías Fernández

lunes, 25 de enero de 2010

Quemarse para poder quemar


Decidí tomar este título de una obra de un personaje bastante curioso. Por momentos pienso que es un artista jugando con palabras, pero luego siento que es un delirante. Me refiero a José Pablo Feinmann y más precisamente a su obra “Timote”. En este libro, recrea ficticiamente el diálogo que pudo haber existido entre Pedro Eugenio Aramburu y el tribunal montonero que lo llevó a la muerte, integrado por Mario Firmenich, Carlos Ramus y Fernando Abal Medina. No me interesa analizar la novela para el tema que voy a analizar. Con lo dicho alcanza, solo tomé una frase que el autor imagina en la cabeza de Fernando Abal Medina pero me ocupé de darle mi propio significado.

¿Qué significa entonces quemarse para poder quemar? ¿Dónde nace la necesidad de quemarnos?

Quemarse significa llegar a lo más profundo de uno, conocerse como pocas personas pueden hacerlo, llevar nuestros pensamientos hasta un extremo tal que sintamos que nuestra mente se encuentra plenamente libre pero a su vez a punto de estallar. Quemarse para cuando toquemos algo hacerlo arder, transformarlo para que no pueda volver nunca más a su estado anterior. Aproximadamente, de eso se trata.

Este artículo lo escribo más que nada para los compañeros. Aquellos que no dudamos de que hoy, nuestra responsabilidad como jóvenes, entendiendo el momento histórico, comprendiendo la historia y queriendo ser participes de nuestro futuro, es defender al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

Muchos dicen que nuestras ideas son de tiempo pasado y cuantas veces escuchamos decir que el Peronismo murió con Perón. Algo parecido a decir que el Cristianismo murió con Cristo. Dos mil años después su palabra es reciente y tiene devotos en todo el mundo. Nuestra idea política es mucho más moderna y actual, sin embargo, algunos tontos, nos dicen que estamos pasados de moda. En esto se forja la necesidad de quemarnos. Quemarnos para no dudar. Quemarnos para que no temblar en una discusión y que no tengamos que dudar de por qué es que estamos parados aquí. Quemarnos para sentir como el pueblo y saber lo que quiere el pueblo. No lo que quiere la señora de Recoleta o el hombre del country que nos odia por querer a esa “yegua”, sino, lo que quiere ese pueblo que pasó doscientos años postergado de la historia. Que cuando encontró su protagonismo lo perdió en las manos avarientas de la oligarquía, pero que ahora, puede recuperarlo.

Quemarse para poder quemar significa prender fuego el lugar al cual llegamos, ser concientes de lo que pensamos y defenderlo hasta las últimas consecuencias porque eso es en lo que creemos. Si no nos quemamos no podemos realizar esta tarea porque nos sentimos débiles. Tenemos que ser fuertes, no quebrarnos y así solamente vamos a poder seguir en esta lucha. Pero es de gran importancia que no nos quememos solos, tenemos que quemarnos todos juntos porque nuestro sueño es compartido, nuestro sueño no es individual sino colectivo. Es el sueño de la patria grande y feliz. Aceptemos definitivamente nuestro destino y levantemos la bandera que nos dejó Eva, para llevarla como símbolo hasta la victoria.


Matías Fernández

viernes, 15 de enero de 2010

Sobre el enemigo y el cipayismo en la Argentina


¿Qué es el enemigo? Una persona o un grupo que por cuestiones de ideas, pensamientos o acciones se encuentran en nuestro antagonismo. En caso de guerra consideraríamos enemigo al ejército contrario, en caso de epidemia consideraríamos enemigo a un determinado virus, Hitler hizo de los judíos sus enemigos, si nos referimos a la política nacional definimos por enemigo a aquel que se opone a los intereses nacionales. Juan Domingo Perón hablaba al pueblo de la existencia de dos tipos de enemigos: externos e internos.

Los enemigos externos tienen mayor edad que nuestro país. Desde que un Ingles piso estas tierras es que estamos en peligro por parte de estos enemigos. ¡Ay!… si la historia pudiera contar realmente la verdad de aquellos que hay tratado de pisotear durante tantos años nuestra patria. ¡Basta de mentiras! Las escuelas siguen predicando al primer gobierno patrio de 1810 como el primer bastión de la liberación nacional. ¡Oh que gran mentira! Doscientos años pasaron casi desde que la burguesía porteña tomo el poder político que se encontraba en manos de España y todavía nos permitimos mentir al respecto. No tenemos porque avergonzarnos de ese error a principios 1800, nuestros próceres hicieron lo que creyeron. No vamos a echarles la culpa tantos años después, de que la primera medida haya sido establecer el libre comercio, no tiene sentido, pero digamos la verdad. Dice el historiador Salvador Ferla en su libro “Historia Argentina con drama y humor” que “al poco tiempo del 25 de mayo histórico, desde las telas que vestían los argentinos para no morir de frío, hasta las balas con las que se mataba para no envejecer demasiado, eran inglesas.”
Para comienzos de siglo XIX, en existía en nuestras tierras una industria criolla. Vestimenta, ropa, bueyes, carretas, vinos, azúcar y un centenar de productos alimentaban nuestro producto interno y mantenían vivo al interior. Mientras tanto, la ciudad de Buenos Aires (de menor estatura en aquel entonces) vivía del contrabando. Inglaterra, que no había podido tomar Buenos Aires por las armas en 1806 y 1807, decidió volcarse a una captura cultural. Por medio del contrabando ingresaron libros que promovían los ideales liberales de la economía. Práctica que solo iba a beneficiar a ellos que ya estaban industrializados, ósea, ellos mismos (en algún lugar tenían que volcar la súper producción gestada por la Revolución Industrial).

Hasta aquí lo que significa “enemigo externo”. Sin dudas Inglaterra es nuestro enemigo externo número uno. Protagonizaron dos invasiones, nos penetraron culturalmente, se quedaron con nuestros recursos durante muchísimos años y finalmente auspiciaron la Revolución Libertadora para instaurar el antiguo régimen que había sido sacudido por la Revolución Justicialista. A esto sumemos la usurpación de las Islas Malvinas. No me animo afirmar que este país siga siendo nuestro enemigo externo por excelencia pero no tengo dudas de que la lengua que hablen estos, también sea la inglesa.

Ahora veamos a que nos referimos cuando decimos “enemigos internos”. Se trata de aquellos que argumentando patriotismo y amor a la nación son cómplices intelectuales y materiales del enemigo externo. Sus agentes locales.

Para continuar con este análisis me gustaría contarles sobre el término “cipayo”. Palabra española heredada del portugués “sipaio”, era empleada para nombrar a los soldados indios al servicio de Francia, Portugal y Gran Bretaña. Se trata del hombre peleando en beneficio de aquel que lo somete. Actualmente podríamos considerarlo un secuaz a sueldo. (Aunque nuestros cipayos muchas veces no recibieron dinero como prestación de sus servicios sino que actuaron por plena convicción. ¡El término les queda chico!)
En la actualidad contamos aquí, en la Argentina del siglo XXI, con la existencia de los enemigos externos, los internos, y los cipayos.
Como ejemplo de enemigo externo latente, el juez neoyorquino Thomas Griesa embargó recientemente cuentas del Banco Central en la Reserva Federal de Estados Unidos, aprovechando las condiciones creadas por un enemigo interno a la causa nacional: Martín Redrado.

Como el máximo exponente del “cipayismo postmoderno” se encuentra el vicepresidente Julio Cobos. Cipayo que luego de ser expulsado de por vida del radicalismo por adherir al proyecto Nacional y Popular se convirtió en el primer dirigente opositor al gobierno y desde el Senado, proyecta operativos mediáticos en perjuicio de los intereses de la nación. Apoyado por el Grupo Clarín posiblemente sea candidato a presidente. Primera vez en la historia mundial, que un vicepresidente, desea tomar el poder para ejecutar un plan contrario al proyecto que lo llevo al lugar que hoy ocupa.
Pisando el bicentenario procuremos que la historia no pase inadvertida. José María Rosa sostiene que “una sociedad es un cuerpo real y vivo, con raíces que se clavan en el pasado y ramas que se dirigen hacia arriba”. Nuestro pasado y nuestro presente están marcados por grandes traiciones a la causa nacional. El país Justo, Libre y Soberano, inculcado en lo más profundo de nuestros deseos por el General Perón, no podrá ser concretado hasta que nuestros enemigos se deban retirar humillados del campo de batalla. Mientras tanto, entre operativos mediáticos, especulaciones, intereses y cipayos, se seguirá escribiendo la Historia Argentina, la misma Historia Argentina.

Matías Fernández

martes, 12 de enero de 2010

Recuperando a Perón

En septiembre de 1973 se realizó en Argelia la IV Conferencia de Países No Alineados. Allí se leyó una carta del general Juan Domingo Perón que alertaba sobre los grandes problemas de la humanidad. El mismo consideraba que “La lucha contra la contaminación del ambiente y la biosfera, el despilfarro de los recursos naturales, el ruido y el hacinamiento de las ciudades y el crecimiento explosivo de la población del Planeta debe iniciarse de inmediato a nivel municipal, nacional e internacional”. El escrito aseguraba que la contaminación ambiental “no es un problema más de la humanidad, es el verdadero problema”.

Para Perón, el modelo devastador de producción mundial que altera desde varias décadas nuestro medio ambiente, era la causa fundamental que llevaría a la hecatombe mundial. La solución sería una “revolución mental en los hombres, especialmente de los dirigentes de los países más altamente industrializados” para poder efectuar una modificación en las estructuras sociales y productivas que den origen a una convivencia biológica entre la humanidad y el resto de la naturaleza.
A pesar de lo innovador y pujante del mensaje de Perón, la causa ambiental, es un asunto pendiente del peronismo.
El modelo Neoliberal de los 90, comandado por el pseudoperonista Carlos Menem, terminó de llevar a nuestro país al fondo del tercer mundo, facilitando la producción de las industrias contaminantes.
En los últimos tiempos, el auge del modelo sojero llevó al desmonté irracional y al agotamiento de miles de hectáreas en todo el país. Pero el problema más grande de esta producción resulta ser el uso de agro tóxicos, sin los cuales la producción no sería tan redituable como lo es en estos momentos.
Cuando Nestor Kirchner llegó a la presidencia la situación era caótica. La tasa de desempleo era alta y la pobreza abundaba. La necesidad de recuperación económica no permitió ver el daño ambiental que comenzaba a causar el modelo sojero en crecimiento. De a poco las condiciones empezaron a cambiar y llegamos a un panorama muy distinto.
La Diputada Nacional por el Frente Para la Victoria, Julia Perié, está trabajando en un proyecto para la prohibición de la “aplicación del herbicida Roundup, que incorpora en su formula química al “Glifosato”. Este producto, clave en la producción sojera, es el responsable de la intoxicación de cientos de pueblos en el interior del país. El conflicto con el campo puso en jake al gobierno nacional pero no discutió los daños ambientales generados por esta industria.
Este simple hecho nos demuestra que estamos nuevamente en el camino de la Revolución Justicialista. Solucionar el problema de la contaminación es una deuda pendiente del peronismo con su pueblo, que con la profundización de este modelo de país, puede ser alcanzado.

Libertad de Software


Jean Jacques Rousseau decía que “el hombre ha nacido libre y por doquiera se encuentra sujeto con cadenas”.
Existen distintos tipos de libertades, por ejemplo, la libertad de pensamiento. Más allá de lo que nos impongan por la fuerza, en nuestro interior tenemos la posibilidad de pensar y creer lo que queramos. En los últimos tiempos, la libertad de prensa, se ha puesto en boca de muchas personas. A pesar de que el sistema actual de medios de comunicación no la garantiza, hay cruzadas en todo el mundo para mejorarla. En Argentina, la resiente aprobación de la Ley de Medios marca un hito en esta lucha.
De esta manera podríamos seguir enumerando distintos tipos de libertades. Sin embargo, hay una de la cual somos plenamente inconscientes y la tenemos completamente coartada: la libertad de software.
Para ayuda de muchos, comencemos diciendo que el software es la parte intangible de nuestra PC, aquello que no vemos físicamente: los programas.
El hardware, en cambio, es aquello que constituye a nuestra computadora físicamente y la hace funcionar. Aquí nos referimos a la placa madre, las memorias ram, el procesador, etc.
Dicha esta aclaración, continuemos… En 1995, Microsoft, la pequeña empresa de Bill Gates, lanzó el software que revolucionaria el uso personal de computadoras: Windows 95. En 4 días se vendieron un millón de copias. El sistema ofrecía la incorporación de la barra “inicio”, algo que hoy nos resulta plenamente rutinario.
Con el paso del tiempo la empresa se fue consolidando y fueron saliendo al mercado nuevas versiones del sistema operativo Windows. El éxito continúo y para el año 2000 la compañía ya era el líder mundial en materia de software.
Al adquirir una PC, estamos pagando con ella un plus que corresponde al sistema que trae instalado. Si decidimos armar nuestra propia máquina, lo más probable es que tengamos que comprarlo o tal vez piratearlo, pero estamos sujetos a este sistema, no tenemos otra opción.
Con este pequeño análisis surgen algunas preguntas: ¿Qué hacemos si al entrar a un ciber nos encontramos con que las máquinas no tienen instalado ningún Windows? ¿Qué creen que pueden hacer en sus máquinas particulares sin este mismo sistema? ¿Qué haríamos en la escuela si nos encontramos que nuestra PC de estudios tampoco lo tiene? La respuesta a estas preguntas es siempre la misma. Sin Windows podemos hacer lo mismo o aún más.
En 1983, Richard Stallman comenzó a trabajar en el proyecto GNU. Su objetivo era el desarrollo de un sistema operativo Unix compuesto enteramente de software libre. En 1991, Linus Torvalds, se sumó a esta búsqueda y desarrolló lo que con el tiempo sería Linux.
Cuando la primera versión del núcleo Linux fue liberada, el proyecto GNU ya se encontraba en una etapa muy avanzada, por lo cual, el aporte de Torvalds significó el eslabón restante para el desarrollo del primer software libre masivo para uso individual.
A pesar de esta alternativa plural y libre, seguimos usando Windows. Desde nuestras escuelas, se enseña a los niños a utilizar este sistema impuesto por el capital, coartando las libertades individuales de elegir y sometiéndonos a una gran dependencia. Se nos enseña a ser esclavos de un sistema que nos condicionará por el resto de nuestras vidas.
Para paliar esta necesidad nace el proyecto ParlaSol (Parlamentarios para el Software Libre). Se trata de una iniciativa surgida por un grupo de cuadros virtuales de Argentina y España que busca promover que los parlamentos de todo el mundo impulsen proyectos de Ley para incentivar el uso de software libre en los establecimientos educativos estatales.
La idea es crear un proyecto parlamentario modelo, que sirva como ejemplo para que los legisladores de distintos lugares puedan presentar sus propias versiones según sus necesidades y posibilidades.
Esta iniciativa, plenamente ambiciosa e impulsada desde una cibercampaña, puede ser el punto inicial para que cada día seamos un poco más libres.