miércoles, 24 de febrero de 2010

Nos encontró dominados

Mientras el aire acondicionado simula un clima casi invernal, decenas de personas cumplen con su trabajo. Jactándose de pertenecer a una profesión que ilustra un hermoso cuadro de libertad y ética, arremeten contra los intereses del pueblo y de la Nación. Son ellos, jóvenes y viejos que por propia voluntad se han convertido en mercenarios de la tecla. No se trata solo de hacer lo que la empresa les dice, se sienten parte fundamental del medio. Unos pocos cuya conciencia permanece sana están condenados a claudicar. Bajo este clima se gesta el gran diario argentino. Matutino que ha desplazado a los representantes del pueblo para convertirse en la oposición oficial, dentro y fuera del Congreso.

Una historia similar se reproduce en la casa histórica de Mitre: La Nación. Desde allí se ha de venir a juzgar todo intento de pueblada en busca de la definitiva liberación nacional. Ese diario, con férreas raíces unitarias, no perdona cada vez que un hecho le hace recordar la gesta de las Montoneras Federales, el campamento revolucionario de Artigas o las reivindicaciones obreras. Representan históricamente a los intereses de la antipatria y adoran, que después de doscientos años, seamos un país colonial.

Mientras tanto el enemigo histórico, con su lenguaje siniestro, su “adorable” aroma y su soberbia, nos dice que va explotar nuestros recursos y se ríe ante los derechos de soberanía, no solo de la Argentina, sino de los pueblos sometidos de todo el mundo. Inglaterra, luego de dos invasiones, después de un sometimiento económico cultural que todavía perdura y tras una devastadora guerra, mantiene fielmente sus intereses sobre estas tierras.

De repente me veo dentro de una carnicería. Una media res cuelga de un filoso gancho y detrás de un vidrio se exhiben varios de los cortes tradicionales. Una señora, con fuertes raíces populares, por cuya sangre corre la historia del pueblo reprimido, protesta del alto precio de la carne y le dice en un tono crispado al carnicero: “De Cristina, ¡ni me hables!”. Esa señora, que no sabe que los productores agropecuarios fueron los más beneficiados por las medidas de este gobierno, no representa bajo ninguna manera a la oligarquía dueña de la tierra, vive en un pequeño pueblo y cobra una jubilación otorgada por su labor en una industria textil, jubilación, que de más está decir, aumentó como en ningún otro momento de la historia en los últimos seis años. Seguramente ya no recuerda la época en las cuales los jubilados cobraban cuando el gobernante de turno podía y quería pagarles. Esa señora no es ni terrateniente, ni oligarca, ni empresaria, no tiene acciones en la bolsa y menos aún dinero dólares en algún banco suizo, pero defiende los intereses de todos aquellos que se hacen llamar patriotas y son los primeros responsables del vaciamiento vivido en el país durante tantos años.

Cuantas veces escuché a esa izquierda ultra marxista-leninista hablando del enemigo imperialista y del sometimiento que nos ha generado. El imperio siempre ataca, posee intereses muy grandes y busca agentes internos que los ejecuten, (esos a los cuales denomino cipayos) pero no es solo eso. El verdadero problema no son los agentes infiltrados, a esos los descubrimos fácil, el problema real son los Argentinos que se han extranjerizado. No defienden al enemigo por un sueldo o un beneficio sino por plena convicción. Adoran su cultura, su acento y basta con decir que hasta les encanta el olor de sus pedos. Son esos que miran al horizonte y se preguntan por qué no nos parecemos más a Europa. Les hubiera encantado que nuestro colonizador hubiera sido Inglaterra, pero lo que la escuela no les enseño es que así fue. La gran dependencia no la generó España sino que vino desde Londres.

Ya no se trata solo de naciones imperialista que nos atacan, ahora han creado una corporatocracia que maneja las riendas de sus países y de todo el mundo bajo los mismos intereses históricos. No son personas públicas conocidas sino empresas y grandes corporaciones. Controlan la prensa, el comercio y la política. Ponen y sacan presidentes y no les importa que en el extremo sur del mundo todavía haya personas que se mueren de hambre. Mientras tanto recuerdo a la señora de la carnicería y me pregunto ¿Qué tendrá ella que ver con esta gente? ¿Qué tendrá que ver con los mercenarios de la tecla y qué tendrá que ver con los dueños de la tierra? La respuesta es solo una... Ella es el producto en bruto de todos aquellos. Es la joya preciada del establishment económico cuando sale a defenderlo sin un sueldo alguno. Defiende a aquel que la somete y lo más triste es que no lo sabe.

Empresarios, medios, terratenientes y enemigos del pueblo en general se encuentran plenamente unidos y su estrategia lleva más de un siglo de éxito. Mientras tanto, nosotros, el pueblo, nos vemos separados y enfrentados.

Somos la sangre de Murillo, la de Artigas, la de Rosas, la de Dorrego. Somos el pueblo que se levantó e hizo el 17 de octubre, el pueblo sometido y excluido. Somos eso y mucho más, sin embargo seguimos separados por la obra del enemigo y así se cumplió la parte triste de la enseñanza que intentó dejarnos Juan Domingo Perón. El año 2000 nos encontró dominados.

Hoy tenemos una nueva oportunidad. Pasada una generación que dio la vida por un mundo mejor tenemos sobre la mesa inmensidad de errores que no podemos volver a cometer. El desafío es entonces el de unirnos bajo un fraternal abrazo que nos haga verdaderamente libres e independientes.   

Matías Fernández

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