martes, 23 de marzo de 2010

Reinventemos la imprenta

Algunos coinciden en que corría 1445 cuando un invento transformó la historia de la humanidad. Johannes Gutenberg, por medio de un sistema de prensas logró crear la primera imprenta, cambiando el modo de producir libros y publicaciones gráficas. Hasta el momento, solamente nobles, terratenientes y monjes eran los que tenían acceso a los libros escritos a mano, siendo este sector el único con la capacidad de divulgar sus contenidos. Así mantenían un círculo vicioso de la información, donde ellos poseían la verdad escrita con la capacidad de divulgarla según sus intereses. Lentamente, la clase popular de la época, la burguesía, comenzó a acceder a diversas lecturas, despertando temor en los gobernantes y en el poder eclesiástico, por lo cual emitieron las primeras restricciones. En 1502, los Reyes Católicos de España, establecieron una amplia censura obligando a que toda publicación sea revisada previamente a su difusión.

En mayo de 1605 en la ciudad de Amberes, actual Holanda, un impresor decidió emplear la imprenta para informar a la población de los hechos ocurridos en la ciudad y las noticias que llegaban desde Portugal y España, siendo este el primer periódico escrito.

Cientos de años después de estas primeras cruzadas por la comunicación la realidad vuelve a ser similar pero los agentes sociales otros.

En la Argentina, grupos económicos concentrados controlan los medios de comunicación masivos. Jactándose de independientes y mostrándose como voceros de la libertad de prensa defienden sus intereses económicos. Lo que diferencia a estas empresas de los nobles, terratenientes y monjes de 1400 es que en la actualidad, los nuevos dueños del poder disponen de los medios de comunicación masiva a su favor. Las personas, muchas veces ignorando esta realidad, agitan el discurso que se les impone.

Recientemente la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), ha pedido al gobierno nacional que cese su hostilidad contra los medios. Esta cámara empresarial que nuclea a los grandes grupos económicos es la misma que luego del estallido de la Revolución Libertadora en 1955 y tras el cierre de radios, medios gráficos y la prohibición de la utilización de palabras como Perón, Evita o el canto de la marcha peronista, aseguró que en la Argentina existía una libertad de prensa modelo en el mundo.

La Ley de Radiodifusión que controlaba el ejercicio de la prensa fue promulgada el 15 de septiembre de 1980 por el dictador Jorge Rafael Videla. En esa época todo lo que salía en los medios estaba limitado por la doctrina de la seguridad nacional. Dicho proceso histórico está caracterizado por la persecución de periodistas, desapariciones, asesinatos y cierre de radios, revistas y canales. En 1989, Carlos Saul Menem, estrenó su presidencia derogando el artículo 45 de la ley de la dictadura que impedía prácticas monopólicas a las empresas periodísticas. Con esta medida también dejó abierto el juego a las privatizaciones de los canales de televisión estatales.

El 10 de octubre de 2009, tras recorrer cientos de foros provinciales y poseer el consenso de la Coalición por una Radiodifusión Democrática, el Congreso Nacional sancionó la Ley de Servicios Audiovisuales que reemplazó a la ley de facto en su totalidad. Esta nueva reglamentación que busca poner fin a la existencia de monopolios, permite el ingreso de nuevas voces al juego de los medios. La norma se mantiene demorada en varios artículos por medidas judiciales que fallaron a favor de los empresarios, que se niegan a vender sus empresas.

Con esto, el objetivo actual de la SIP y su máximo emisario local, Clarín, enemigo declarado del pueblo argentino, se ha transformado en hacer todo lo posible para que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner llegue a su fin, logrando de ese modo, que no se ejecute la nueva ley.

Ante estos hechos hoy nos vemos ante la obligación de hacer historia. Podemos considerar que el proceso está en marcha pero está claro que lo hecho no alcanza. Si en los últimos tiempos duplicamos nuestras voces ya estamos en condiciones de cuadriplicarlas. Tenemos que hacerlo desde todos lados, desde nuestros perfiles en Internet, desde las radios comunitarias, desde las publicaciones en papel barriales, etc. Tenemos que ser como Gutenberg pero esta vez, reinventar la imprenta.

Matías Fernández

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